viernes, 22 de enero de 2016

The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover (1989)


Ninguna nominación al Oscar.

Inclasificable película de Peter Greenaway, cargada de erotismo (Helen Mirren increíble en las escenas con su amante), humor negro (gracias a los desatinados comentarios del ladrón), gula (el pecado que compartía cada personaje de la película), un poco de música clásica (entonado por el niño de cabello dorado, Pup: Paul Russell, el único cocinero que cantaba al trabajar) y algunas escenas no tan agradables (super macabras). El director nos muestra a cuatro personajes importantes para la trama y su desenlace: el cocinero, el ladrón, su mujer y el amante de esta. 

La primera escena de la película fue magistral, música clásica a todo volumen mientras perros cual animales de la noche devoraban la basura. A escasos metros se encontraba el ladrón con sus demás hombres humillando a un trabajador suyo. Desde ese instante empezamos a conocer el desagradable carácter del personaje. El ladrón, Albert (Michael Gambon), era el dueño de un prestigioso hotel cinco estrellas el cual obviamente contaba con una cocina enorme. El ladrón solía comer allí con su mujer y sus amigos todos los días. En el transcurso de los días el espectador se daba cuenta de la personalidad del ladrón, se creía un semi dios que trataba a las demás personas como sus esclavos, abusando tiranamente de su poder. Todos los que lo rodeaban sentían un gran odio hacia él.

Su mujer, Georgina (Helen Mirren), era una distinguida mujer con gustos refinados en cuanto a ropa, comida y demás vanalidades. Siempre se mostraba sumisa con respecto a su esposo, al final ella confiesa que se intentó librar de él muchas veces escapando, pero él siempre, con sus amigos, la encontraban y ella recibía semejante golpiza posteriormente. 

El amante de Georgina, Michael (Alan Howar), era un culto hombre que le gustaba leer y comer en el restaurante de Albert. Ahí conoce a Georgina y desde el primer día empiezan a frecuentarse a escondidas, al principio en el baño, luego en la cocina. Siempre cada encuentro, a excepción del primero, terminaba en sexo. Lo curioso es que al principio ellos no mencionaban palabra alguna, hasta que un día Michael fue invitado por el mismo Albert a su mesa, y sin querer cada amante conoce el nombre del otro y un poco de su vida. 

El cocinero, Richard (Richard Bohringer), era el jefe del restaurante, respetado tanto por los demás cocineros y meseros como por la misma clientela, ya que tenía una fama de cocinar cosas raras y experimentales, pero con gran sabor y estilo. Descubrimos que al igual que los demás, odiaba desde el fondo de su corazón a Albert y por eso apoyaba a Georgina en sus encuentros íntimos con su amante. 

Maravillosa la escena en que todos los trabajadores de la cocina marchaban de negros cargando un plato inmenso, como si fuera un ataúd de los funerales más lúgubres. El final cual tragedia de las mejores, nos muestra al responsable de todas las desgracias, recibiendo su propio castigo, pagando por sus pecados, pagando por cada cosa que hizo, pagando por existir, porque toda su existencia fue repugnante.

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