lunes, 29 de mayo de 2017

Camino (2008)

Ninguna nominacion al Oscar.

Esta desgarradora película acerca de una niña que, al entrar a la adolescencia, se debate entre la muerte, el primer amor y su creencia a Dios, obtuvo una gran polémica ya que la familia de Alexia González Barros –persona en que se basó esta película en gran parte– señaló que en ningún momento la producción se acercó a hablar con ellos, que muchas de las escenas vistas son ficción pura y que está muy alejado de lo que en realidad pasó, distorsionando no solo su vida sino también la fe religiosa de aquella familia que pertenece al Opus Deis. La verdad es que esta película si bien es cierto tiene como eje principal la vida de Alexia, también recoge y mezcla muchos pasajes de otras niñas que están en proceso de beatificación, como por ejemplo, la escena final de los aplausos luego de la muerte de la protagonista sucedió en la vida real pero a otra persona que no era Alexia.

Su visionado puede entenderse de muchas maneras: bien puede darse a entender que es una feroz crítica al fanatismo religioso, lo perjudicial que puede ser, las consecuencias que puede tener de alguna u otra manera y lo ciego que pueden estar muchas personas al vivir constantemente con miedo, repitiendo frases una y otra vez sin llevarlas a cabo, tan solo creyendo que al cerrarse al mundo pueden ser buenas personas y cumplir con Dios. O, por otro lado, puede ser una representación del camino a la divinidad, de cómo uno puede dejar las tentaciones y llegar a ser feliz al final, después de todo, luego de un camino lleno de sacrificios. Según mi percepción la intención del director es la primera hipótesis y las razones son más que claras, sobretodo el final de la película, en la comparación de lo que sucedió y los sueños de la protagonista, de su modo de ver las cosas y la de los demás. 

Dejando a un lado el fondo y dándole un énfasis a la forma, en cuestiones cinematográficas, la película es bella, en algunos casos, poética y hasta surrealista. El elenco es brillante, sobresaliendo la pequeña Nerea Camacho que llevó el peso del argumento de una manera sobresaliente. Hay muchas escenas visual y sonoramente hermosas, como por ejemplo, la escena del coro en la iglesia cantando “Pescador de hombres”, tan poderosa escena que puede derretir hasta al más autoproclamado ateo. Por otro lado, es imposible que el espectador termine su visionado sin haber soltado alguna lágrima y no por un dramatismo barato y simple si no por lo poderoso y potente de sus escenas, haciéndote sentir en carne propia el sufrimiento de la protagonista y su familia y rendirte ante la peor de las desgracias, llenándote de impotencia.

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