viernes, 3 de junio de 2016

The Tragedy of Othello: The Moor of Venice (1952)

Ninguna nominación al Oscar.

Orson Welles logra una Inmejorable puesta en escena de uno de los máximos exponentes de la literatura, de la rimbombante obra teatral escrita por Shakespeare, desbordando elegancia y distinción: la fotografía a blanco y negro retratando un lugar lúgubre y lleno de malos sentimientos, planos impecables, poesía hecha diálogo y la banda sonora que nos trasladaba a las épocas clásicas y feudales.

El inicio fue bárbaro, me hizo recordar a The Seventh Seal de Ingmar Bergman, pero el cuerpo de la película pierde forma, hasta hay algunas escenas de relleno e imprescindibles. Cuando la película llega a sus últimos minutos, recobra el interés y atención del público y con ese maravilloso monólogo de Otelo -interpretado por el mismo Orson Welles- nos hace brillar los ojos, nos hace brindarle un lugarcito en nuestros recuerdos. Sería difícil poder olvidar aquellas palabras: "Os lo suplico, cuando en vuestras cartas narréis estos desgraciados acontecimientos, hablad de mí tal como soy; no atenuéis nada, pero no añadáis nada por mi malicia. Si obráis así, trazaréis entonces el retrato de un hombre que no amó con cordura, sino demasiado bien; de un hombre que no fue fácilmente celoso; pero que una vez inquieto, se dejó llevar hasta las últimas extremidades; de un hombre cuya mano, como la del indio vil, arrojó una perla más preciosa que toda su tribu; de un hombre cuyos ojos vencidos, aunque poco habituados a la moda de las lágrimas, vertieron llanto con tanta abundancia como los árboles de la Arabia su goma medicinal. Pintadme así, y agregad que una vez en Alepo, donde un malicioso turco en turbante golpeaba a un veneciano e insultaba a la República, agarré de la garganta al perro circunciso y dile muerte... ¡así! "

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